“Los años de peregrinación del chico sin color” nos narra la historia del Tusukuru Tazaki, un ingeniero especializado en la construcción y diseño de estaciones de tren en Tokio.
Tsukuru tiene treintaises años y es una persona metódica. Lleva una vida sin sobresaltos y pausada, casi diríamos aburrida. Pero hace casi dieciséis años un evento que no ha podido explicar cambio completamente su vida, llevándolo a pensar seriamente en el suicidio como una alternativa viable a su existencia.
Estos hechos quedaron olvidados en su memoria todos estos años y es cuando conoce a Sara Kimoto que se da cuenta que ese misterio ha marcado su vida más de lo que el mismo cree. La propia Sara lo convence de enfrentar lo que le sucedió para seguir avanzando y para que la relación que está empezando a surgir entre ellos vaya por buen camino.
Murakami nos entrega en esta ocasión una novela que deja de lado lo real maravilloso y nos lleva por una viaje de descubrimientos e interrogantes que han hecho de Tsukuru la persona que es hoy en día.
Todo se remonta a la adolescencia, cuando tenía más o menos dieciséis años Tsukuro y otras cuatro personas (dos chicos y dos chicas) habían formado una fuerte y entrañable amistad. Una de esas raras amistades que dan la impresión de trascender a cada miembro del grupo. A excepción de Tsukuru los apellidos de sus amigos incluían un color en ellos, esto lo hacía sentir un poco extraño.
Cuando Tsukuru viaja a Tokio para iniciar sus estudios en la universidad, pese a la distancia nada hace ver que esta amistad terminará, sin embargo un día sin mayor aviso el grupo corta con él. A raíz de este hecho Tsukuru pasa por una difícil época de la que sobrevive más por inercia que por esfuerzo propio.
La novela de Murakami nos embarca en un viaje de interrogantes y dudas. Tsukuru se ve obligado a enfrentarse a su pasado y a sus amigos antes de poder seguir avanzando en su vida. Se obliga a aclarar su pasado para tener un futuro.
Murakami nos vuelve a sorprender con lo fácil que resulta leer su libro. Las escenas transcurren una tras otra y nos envuelven casi sin darnos cuenta, llevándonos de Tokio a Nagoya y luego a Finlandia dejándonos con un final abierto muy al estilo Carver.
Como era de esperarse en Murakami parte del hilo conductor de la novela es la música, en es te caso una obra de Listz: Le mal du pays.
Leer a Murakami no tiene pierde, no es el mejor de sus libros, esta muy lejos de “Tokio Blues” o “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, pero sigue siendo Murakami. Vale la pena leerlo.